Declarado Hijo Predilecto de la ciudad el pasado mes de octubre.
Al haber comercializado algunas propiedades residenciales firmadas por Andrés Fernández Albalat, incluida la que fue su propia casa estudio, hemos tenido la suerte de poder disfrutar in situ de esos proyectos. Nos sentimos afortunados por ello, como imaginamos haría cualquier aficionado a la arquitectura.
Es imposible resumir en unas lineas breves lo que Albalat representa, especialmente si pensamos en la ciudad de La Coruña, donde su trabajo no solo forma parte del paisaje urbano, es mucho más que eso, Albalat además ha dejado con su obra un gran número de referencias arquitectónicas que sin lugar a dudas han influenciado a todo tipo de profesionales y contribuido al desarrollo de la ciudad, de ahí su reciente nombramiento como Hijo Predilecto.
El interés de Albalat por la arquitectura le llevó a viajar por toda Europa tras formarse en Santiago y en Madrid. Sus viajes y su talento para reconocer cómo y hacia dónde evolucionaría la arquitectura, fueron el germen de su enorme aportación, reconocible ya desde sus primeros trabajos una vez regresa a su ciudad natal. Entre esos primeros trabajos destacan la embotelladora de Coca Cola (1960) y la filial de Seat (1964), proyectos que realiza basándose en modelos racionalistas, en los que las fachadas se ejecutan con muros cortina que permiten la entrada de la luz y la visión del interior de los edificios. Hoy es algo a lo que estamos totalmente acostumbrados, pero en los sesenta supuso toda una revolución al reformular las típicas fachadas residenciales de la ciudad.
Albalat, que defendía que toda idea debía ser realizable, fue también vanguardista en cuestión de materiales, experimentando e incorporándolos a sus proyectos. Algunos ejemplos los podemos encontrar en el Centro de Cálculo para Caixa Galicia en La Coruña (1979), donde empleó poliéster reforzado con fibra de vidrio, o en las viviendas de la plaza Luis Seoane (1979) donde incorporó paneles prefabricados de hormigón, técnicas qué trasladó también a diferentes viviendas unifamiliares, incluida su propia casa de verano en Bergondo (foto de portada).
Su obra, que es extensa y requiere un análisis profundo y detallado, se puede disfrutar en cualquier paseo por la ciudad. Algunos ejemplos son la Casa Sindical de la Plaza de Pontevedra, conocida también como edificio Ocaso (en el que trabajó con Jacobo Rodríguez-Losada), la sede del Banco de Bilbao (1961), el concesionario de Citroën en A Gaiteira (1966) o las viviendas en Puerta Real (1969), además de la Sociedad Deportiva Hípica (1966), la Escuela de Idiomas (1980) o el conservatorio de La Coruña (1985).
También son numerosos los proyectos que podemos encontrarnos más allá de la ciudad, como el hotel El Hórreo en Corcubión (1963), la fábrica de cerámicas en Sargadelos (1967), las viviendas para pescadores en Sada (1968) o el complejo escolar de Benquerencia (1972), en los que Albalat jugó con el terreno y ejecutó su obra creando un nuevo paisaje.
En su última etapa Albalat, considerando la necesidad de ponerlo en valor, puso el foco en recuperar el patrimonio histórico de Galicia. A esta etapa pertenecen los proyectos de las casas de Rosalía (1971) y de Emilia Pardo Bazán (1979), el del Castillo de Monterrey (1996), el del Parque del Pasatiempo en Betanzos (1989), el del Estadio de San Lázaro en Santiago (1990) o el de la Facultad de Filología de la Universidad de La Coruña (1993).
Coloquialmente, podríamos decir que además de dejarnos un legado de inmenso valor, Albalat nos abrió los ojos.
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